¿SABES SILBAR?


Hoy ha sido el último día para completar las preguntas del divertido concurso: "ENRÉDATE EN TUS SUEÑOS". Ha sido una semana diferente, llena de sorpresas, alegría, ilusión, trabajo en equipo, esfuerzo, cooperación...y ¡le hemos robado a nuestro "sagrado" recreo unos cuantos minutillos! Pero verdaderamente, ha merecido la pena.
Seguramente hemos aprendido cosas nuevas de Don Bosco y hemos visto en él una persona sencilla, cercana, con espíritu de sacrificio y entrega, y por puesto, su AMOR y ALEGRÍA por aquellos jóvenes marginados de la Italia de 1.800.

Como ya habréis visto todas las puntuaciones han quedado registradas, ahora toca evaluar la ALEGRÍA y el ESFUERZO de cada uno de los grupos y, lo más importante, el veredicto final de nuestro querido Don Bosco. El martes por la tarde sabremos los ganadores, pero recordad, lo más importante ha sido compartir esta experiencia como una GRAN FAMILIA.

¡FELICES VÍSPERAS DE DON BOSCO Y FELIZ PUENTE!
¡NOS VEMOS EL MARTES!


¿SABES SILBAR?

Turín, 8 de diciembre de 1841, fiesta de la Inmaculada. Don Bosco se prepara para celebrar la misa en la iglesia de San Francisco de Asís. En esto se da cuenta de que el sacristán está echando con malos modos a un muchacho, creyendo que es un ladrón.

- “¿Por qué lo trata así?... Es amigo mío. Puede quedarse” , interviene Don Bosco.

Después, apenas acaba la Misa, se dirige a él y se entretiene hablando con él. Se llama Bartolomé Garelli. Tiene 16 años, viene de Asti y es albañil. Sus padres han muerto.

- “¿Sabes leer y escribir? Le pregunta Don Bosco. “No”, responde el joven.
- “¿Sabes cantar?”
- “Tampoco”.
- “¿Sabes silbar?”
- “Oh, sí”, y una sonrisa ilumina el rostro del joven.
- “Dime, Bartolomé, ¿vas a catequesis?”, pregunta Don Bosco.
- “ No, no me atrevo”
- “¿Y eso por qué?”
- “Pues porque los muchachos más pequeños que yo, saben ya muchas cosas, y yo que soy mayor, no sé nada”, responde Bartolomé.
- “¿Y si te diera yo catequesis?”, dice Don Bosco, ¿vendrías?”
- “Si no me pegan…”
- “No tengas miedo, eres mi amigo y nadie te pegará aquí. ¿Cuándo quieres que empecemos?”
- “Cuando usted quiera, Don Bosco”
- “¿Ahora mismo?”
- “¡Con mucho gusto!”, es la respuesta del joven.

Antes de irse, Bartolomé promete volver.
- “Pero no vengas solo. Trae contigo a tus amigos” le dice Don Bosco.
Bartolomé mantiene la promesa. Semana tras semana, los muchachos que vienen a estar con aquel joven sacerdote son cada vez más. En la Residencia sacerdotal donde vive Don Bosco, el pequeño patio se transforma en campo de juego, mientras que la iglesia que está al lado, los acoge para la hora de catequesis.
El número de los muchachos sigue creciendo, son ya un centenar. Hay que encontrar sitio donde acogerlos. Pero el ruido de tantos muchachos juntos molesta a los vecinos que protestan. Don Bosco se ve obligado a trasladar su oratorio de un sitio a otro de la ciudad. Nadie los quiere.
Hasta que 5 años después, el 12 de abril de 1846, en el barrio de Valdocco, Don Bosco encuentra un cobertizo rodeado de prados y sembrados que pronto se transforma en su casa y en la de cientos de cientos de muchachos que no tienen donde vivir.

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